Thursday, October 27, 2005

Canje

El guitarrista de los dedos infectos estaba sentado sobre el colchón. Apoyaba un pie de costado sobre la alfombra y la planta del otro encima. Los ojos cerrados y las cuerdas en el vientre. Concentraba.
La puerta de la habitación se abrió.
Era el Diablo.
Cuando logró llamar su atención, el Diablo se sentó en el colchón, a su lado.
"Tu música, la maravillosa música que compones, se escuchará en todo el mundo. Más que los Beatles y Bach y las canciones de moda, todo junto. Cada persona de este mundo, en todos los continentes, escuchará tu música y la apreciará hasta el extasis. Será una fiebre, una pandemia. Cambiará el mundo, tu música".
El guitarrista de los dedos infectos abrió grandes los ojos lagañosos, y comenzó a buscar con sus manos la parte de su organismo donde suponía tener el alma. Y respondió: pero...
Pero, dijo el Diablo, Nadie, ni siquiera tus familiares ni tus amigo más cercanos, NADIE sabrá que esa música la compusiste vos.

No quería su alma.
Sólo quería jugar.

Tuesday, October 25, 2005

Invitados.

Aquí estaré hoy, leyendo un cuento pesadillesco pero amable.


El Grupo Literario Alejandría te invita a participar de la Noche de Cuentos, el Martes 25 de Octubre. El encuentro consistirá en la lectura de cuentos, a cargo de sus autores. También se contará con la presencia del escritor invitado Pablo de Santis.

El lugar es BARTOLOMEO, en Bartolomé Mitre 1525, capital federal.
El encuentro comienza a las 21 horas, y la entrada es libre y
gratuita. Los encuentros se realizan cada dos Martes.

Monday, October 24, 2005

Voto Desnudo

Amilcar votó desnudo.
El domingo 23 de Ocutbre de 2005, a las 15:40, Amilcar entró a la escuela de la calle Armenia. Llevaba consigo los argumentos para votar en blanco, pero entraría al cuarto oscuro dispuesto a dejarse sorprender. Siempre tenía esa intención; todos los Domingo electorales de su vida había llegado a la puerta de la escuela de la calle Armenia con la misma predisposición, y casi los mismos argumentos para votar en blanco. De todos los horrores que conocía, le resultaba más llevadero el horror a la página en blanco. Y eso votaba.
Amilcar salió de su casa a las 15:35 del Domingo. Siempre había votado en esa escuela, desde el retorno de la democracia, y ahora descubría los hilos invisibles que conectaban sus últimas cinco mudanzas acercándolo al lugar en que debía votar.
Durante ese breve recorrido, cinco minutos, Amilcar sintió que la calle lo obligaba a pensar lo mismo de siempre: su fascinación ante ese día en que todos, todos, salen de sus casas a hacer lo mismo, la misma cosa.
Esto, tan natural y operativo en apariencia, se le aparecía a Amilcar con la textura de un misterio fascinante. Una escena colectiva un tanto insensata, avalada y sostenida por miles de ciudadanos que se desconocen.
Habría que hacer algo con esto, pensaba Amilcar. Algo. No se le escapaba que ese algo era en realidad lo que estaba convenido de antemano: el voto. Por eso estaba predispuesto a dejarse sorprender en el cuarto oscuro, y así llevar a cabo ese algo. Pero la realidad lo empujaba, siempre lo había empujado, a cerrar el sobre vacío y volver a casa pensando que ‘habría que hacer algo’, y que eso que le proponían no era algo para hacer.
Amilcar dejó su documento en la mesa y entró al cuarto oscuro a las 15:50. Miró las boletas a su alrededor, dispuesto a ser sorprendido y a actuar en consecuencia.
De pronto sintió algo de calor, o falta de aire. Pensó que tal vez le había bajado la presión, o quizá fuera el calor producto del potente tubo de luz blanca tan cercano a su cabeza. Comenzó a inquietarse. Dejó la campera sobre el respaldo de un asiento. Hacer eso dentro de un cuarto oscuro le produjo una sensación rara, que en principio interpretó como ‘liberadora’. Vio la puerta cerrada. Escuchó voces afuera, voces de personas que tenían prohibido entrar mientras él estuviera allí. Se sentó en el piso y se sacó los zapatos y las medias. Se puso de pie para sentir el contacto del suelo con sus plantas. El suelo, no había reparado antes en el suelo. Un suelo capaz de tener temperatura. Comenzó a caminar, tomando boletas, leyéndolas y dejándolas en su lugar. Se desabrochó el pantalón y lo ayudó a caer. Con los pantalones entre los tobillos se veía ridículo, así que se los quitó por completo, los dobló y los ubicó junto a los zapatos. Las voces de afuera eran las mismas que antes. En un instante creyó que golpeaban la puerta. Esperó unos segundos. Nada. Pasado el susto notó que se sentía mucho mejor. Se sacó la camiseta. Luego se sacó los calzoncillos y su pene flácido quedó colgando sobre la mesa, señalando una boleta. Cuando leyó el nombre de la candidata, en la boleta señalada, no pudo evitar una carcajada breve pero sonora.
De todos modos se sobrepuso a la tentación y cerró el sobre vacío. Se puso la camiseta, los calzoncillos y los pantalones, las medias, los zapatos y finalmente la campera. Salió del cuarto oscuro, introdujo el sobre en la urna y se fue.
Había votado desnudo.
A la noche se juntó a comer un asado con sus amigos. Escucharon los resultados de las elecciones en la radio mientras preparaban el fuego. Había ganado el Ingeniero.
Aprovechando el silencio de las dentaduras que tironeaban para desprender la carne del hueso, Amilcar confesó lo suyo: voté desnudo.
Todos rieron unas carcajadas de vino atragantadas en carne. Y nadie retomó el tema: habían reído de un chiste.
No durmió bien esa noche, Amilcar.
A la mañana siguiente, Amilcar llamó desde el trabajo a uno de sus amigos. Le explicó, y le costó convencerlo de la veracidad de sus palabras, que había votado desnudo, completamente desnudo.
El otro, cuando por fin se convenció, empezó a demostrar cierto interés; Amilcar, entusiasmado, buscó palabras para aquellas sensaciones del cuarto oscuro, que hasta el momento habían permanecido veladas. Explicó que había estado desnudo en un espacio público, público pero íntimo; y el Estado y la Justicia Electoral habían protegido, con armas de fuego, la privacidad de su acto.
Había votado desnudo.
Para entonces, su amigo estaba ya cautivado por la idea.
Si bien Amilcar no dijo una palabra más acerca del asunto, a las pocas semanas la idea del voto desnudo se había propagado por todo su ambiente social y los ambientes aledaños. Sin embrago, para su sorpresa, notó, un poco aliviado y un poco deshonrado, que un extraño pudor ocultaba el nombre del autor intelectual y material: Amilcar.
Dos años más tarde se eligió Presidente de la Nación. En los meses previos a los comicios, Amilcar recibió centenares de llamados telefónicos y mails, incluso de personas que desconocía por completo, que lo interrogaban acerca del Voto Desnudo.
Sin darse cuenta, y sin medir el fervor súbito de sus palabras, Amilcar se fue convirtiendo en un predicador secreto y personalizado del Voto Desnudo.
El domingo 16 de Octubre de 2007 Amilcar volvió a desnudarse en el cuarto oscuro de la escuela de la calle Armenia. Esta vez se trató de un acto más mecánico y para nada espontáneo, pero intenso al fin.
El asado, esa noche, comenzó con caras largas y promesas de exilio, como en épocas pasadas: había vuelto a ganar el Ingeniero, esta vez en la elección presidencial.
Entre los asistentes los votos se repartían parejos entre los principales candidatos- menos el Ingeniero, claro- y algún voto en blanco. Pero había unanimidad: todos habían votado desnudos.
Apagaron la radio y sus noticias amargas, y se dedicaron a intercambiar los relatos de sus experiencias nudistas en el cuarto oscuro.
En los días que siguieron, Amilcar fue encontrándose con algunos datos acerca de su ‘éxito’ espontáneo e innombrable. En la radio no lo habían dicho y los diarios no lo decían, no porque prefirieran ocultarlo sino sencillamente porque no lo sabían, pero cientos de personas comentaban que otros cientos de personas habían adherido también al Voto Desnudo.
Había comenzado a gestarse una especie de revolución invisible, silenciosa y absolutamente inoperante, pero revolución al fin.
Estas características ligadas al secreto, la complicidad, la militancia sin riesgo y los efectos imposibles de medir (por lo que no había posibilidad de fracasar) hicieron que la propuesta se expandiera y llegara a los puntos más remotos de la sociedad. El número de "partidarios", o "jugadores", se multiplicaba día a día. Claro que la tendencia se auto regulaba; esto es: cualquier intento de publicidad, o simple publicación, extinguiría el movimiento. Es decir que si el movimiento llegaba a tomar estado público, perdería la intimidad, que constituía su razón de ser y objetivo último.
Se acercaban las elecciones legislativas de 2009, y el país se encontraba, una vez más, a punto de explotar. Pero se decía, como siempre, que esta vez explotaría en serio. No faltaban argumentos que sostuvieran la predicción: la gestión del Ingeniero era nefasta, y había comenzado a generar perjuicios hasta para los de su clase, que lo habían apoyado desde un comienzo.
Se decía que los candidatos del Ingeniero Presidente eran ‘invotables’, lo que complicaría seriamente la gobernabilidad. Los partidos de izquierda habían sido proscriptos con el argumento de que estaban aliados a "organizaciones violentas que hacen peligrar la democracia"; y la única oposición estaba representada por el ala sobreviviente del justicialismo, bloque con el cual el Ingeniero había triunfado en las elecciones, aliados a ciertos sectores de las Fuerzas Armadas.
Mientras tanto, habían comenzado a aparecer algunos sondeos clandestinos- las encuestas clandestinas eran un bastión importante de la rebelión popular en ciernes- que indicaban que, si bien ningún candidato tenía una intención de voto superior al 15%, más del 40% de la población se desnudaría en el cuarto oscuro a la hora de emitir su voto.
En medio de las coberturas periodísticas de las revueltas sociales, un influyente comunicador oficialista dejó deslizar unas palabras ambiguas que fueron interpretadas, por muchos, como una velada alusión al Voto Desnudo.
La posibilidad de que el espacio público sea apropiado por individuos de intimidades desequilibradas.
El riesgo de la desestabilización del espacio público a través de la intimidad.

Un mes antes de las elecciones, el Ingeniero Presidente habló por Cadena Nacional.
"Dando muestras de un progresismo indiscutible, y una permeabilidad notable a los avances tecnológicos y sociales del mundo actual, la Argentina se convertirá, a partir de estas elecciones, en el primer país en instituir el voto electrónico, universal y obligatorio."
Ese Domingo no fue un Domingo, puesto que las vicisitudes del sistema electoral electrónico dilataron los comicios por una semana. En las calles, esa semana, cada cual hizo lo suyo.
El Martes 20 de Octubre de 2009, Amilcar se sentó frente al monitor de su PC, dispuesto a dejarse sorprender.
Se quitó la ropa. Con una mano aferró el mouse, mientras la otra sostenía un cigarrillo que había conseguido, días atrás, en el mercado negro.

Wednesday, October 05, 2005

10

El baterista de los brazos mancos es de Ciudad Evita. El guitarrista de los dedos infectados es de Belgrano. Se conocieron en Barcelona: probaban suerte. Ahora es sábado y están en una terraza, y son muchísimo sentido cuando hacen su versión de Atahualpa.
Ahora hay un sonido más. Lo siento un exceso; no como una decisión errónea de los intérpretes, sino como un exceso en mi cuerpo. No alcanzo a contener ese sonido más. El sonido, porfiado, aumenta su volumen. Progresivamente.
Un avión sucede con la panza iluminada por sobre los músicos y sobre nosotros y sobre la terraza. Los músicos no lo ven porque entrecierran los ojos para sonreír con gusto.
Lo sigo un rato con la mirada, y lo dejo ir, vergonzoso: detesto las redundancias.

9

Lo que vi primero fue un insecto demasiado feo; perturbador. Estaba armado con dos mitades enteras, y llevaba una velocidad poco correspondiente. Su vuelo era lento pero los movimiento que realizaba eran aceleradísimos.
El insecto se posó vertical sobre el vidrio de la ventana. Me acerqué a verlo.
No era uno, eran dos. Dos moscas. La mosca pequeña tomaba del talle y por la espalda a la mosca grande. Con movimientos minúsculos pero cargados de sentimiento, la mosca pequeña penetraba a la mosca grande.
Para ser un insecto era feo y perturbador. Para ser dos, estaba bastante bien.
Las moscas encastradas se despegaban apenas del vidrio, ensayaban un vuelo torpe y romántico y volvían a posarse.

8

Llueve. Una mujer, una madre joven, transporta un cochecito con su hijo adentro. Llueve incómodo en los ojos de la madre joven. Intenta maniobrar, levanta las ruedas delanteras del cochecito y lo sube por fin a la vereda. El cochecito está herméticamente cerrado por un parabrisas de plástico transparente. Adentro, el niño festeja con carcajadas la ocurrencia de las gotas que van a estamparse contra el plástico.

7

Algo de una unión caníbal.
Cuatro muchachos perfectamente simétricos comen juntos en un restaurante. Son corpulentos y sus rostros, más o menos infantiles. Ríen todos una misma risa sostenida, polimorfa, se tocan sus cuerpos por momentos y hablan en voz alta. Festejan, al parecer. Festejan estar, ser los cuatro ahí, juntos, estar enteros como grupo.
Esta imagen no provoca nada.
Bajamos la mirada, vemos sus platos. Los cuatro comen milanesa napolitana con papas fritas y ensalada mixta. Los cuatro tienen sus vasos llenos de vino hasta la mitad. Los vemos masticar, llenar sus corpulencias al mismo tiempo sin dejar de reír. Se comen. Se mastican sus cuerpos, su unidad de carne. Sus cuatro estómagos procesan las imágenes de los otros que los miran hechas carne triturada por sus muelas.
Llegará otro amigo, el quinto, y pedirá una porción de rabas. No quiero estar presente.

6

Supongo que la expresión ‘enterar’ significa algo así como ‘volver entero’. Existe algo que desconozco, por lo tanto soy incompleto. Cuando paso a saberlo, me entero.
¿Es posible enterarse a través del saber?

5

El tío de alguien se va a operar y necesita doce dadores de sangre. Cuando alguien me dice esto, me retrotraigo a mi infancia y recuerdo los llamados a la solidaridad que aparecían en televisión, en los que se pedían dadores de sangre. Entonces reacciono: desde aquella época, desde la prehistoria de mi vida mi mente se obstinó en mantener la idea de que los dadores son una unidad de medida. Doce dadores de sangre serían, en mi mente infantil, algo así como doce centímetros cúbicos. Cuando alguien me cuenta sobre los dadores que necesita su tío, no dudo en que se refiere a doce personas que dan algo de su sangre. Recién después me entero de que hasta ahora esa expresión misteriosa permanecía velada.
Recién me entero.

4

El baterista y el guitarrista se acoplan, se escuchan y se persiguen. La música está allí, barajando sus persecuciones hasta construir la ilusión de una totalidad, un universo entre dos que se completan. Esto que es el sexo, produce cierta incomodidad entre los demás que escuchan. Me acerco al oído de mi compañera: ‘esto es sexo’. Ella está de acuerdo. Conjuramos entonces cualquier vestigio de incomodidad. El baterista y el guitarrista tocan una versión de Atahualpa. No estoy seguro de que se trate la versión de una canción de Atahualpa, creo que es más bien, de modo literal, una versión de Atahulpa. De pronto, la ausencia del bajista que la lógica musical exigiría se convierte en el mejor bajista posible.

3

La chica es recién un poco más que una niña y está sentada delante de mí. Mira por la ventanilla un rato, tuerce los ojos y me espía. Lo hace con cierto ritmo.
La chica un poco más que niña mastica un chicle, se puede ver desde acá el movimiento de su mandíbula. Tiene el pelo castaño, nunca lo ha teñido. Tuerce los ojos. Masca chicle y me espía. Un instante se llena de olor a frutilla, a esencia de frutilla- olor a chicle. Cuando la miro, recién termina un bostezo. Vuelve a masticarse. Percibo un placer oscuro en su boca de frutilla. Ella es de chicle; el chicle cambia de forma cada vez que sus hileras de dientes se juntan, y cada vez toma la forma de su masticación, que es su forma.
Se va a bajar del colectivo; se va a sacar el chicle de la boca; va a ver la goma rosada configurada por su masticación, el autorretrato esculpido por sus dientes; lo va a arrojar suficientemente lejos.

2

¿Hace cuanto no me veo en un espejo de cuerpo entero?
Eliminada la posibilidad, inexistente de por sí, de verme por completo, pienso en esa situación que simula una totalidad que es verme, de una sola vez, de la cabeza a los pies. Hace mucho, me respondo, tanto que no recuerdo ya.
Guardo de mí múltiples fragmentos memorizados, la barba, ciertas manos, una frente. Los hilos que convierten mis fragmentos en un cuerpo están ocultos. Hay algo salvaje en eso.
El salvajismo que nace cuando no nos vemos en un espejo por mucho tiempo, el salvajismo que suponemos a quien no se ha visto nunca en un espejo, ese salvajismo ubicado en la imposibilidad de una perspectiva de nuestro propio cuerpo. Perspectivamente salvajes.

1

En una terraza hay un baterista y un guitarrista y los demás miran. El baterista tiene dos brazos que se mueven como si cada uno de ellos creyera ser el brazo de un manco. Sonríe.
El guitarrista lleva un pantalón rojo y aleja su torso y su cara de unas manos caníbales que intentan exiliarse al otro lado del espejo, saltar el cerco, pero no pueden sino enredarse en unas cuerdas infectadas de algo que desconocemos. Sonríe.
Se están escuchando y sólo así, y sólo por eso, pueden seguir. Pronto los demás que miran se encuentran con una conclusión que sólo puede formularse como pregunta: ¿Hace cuanto no vemos a dos personas escuchándose?

Monday, October 03, 2005

Carta no enviada #1

Querido Federico:
Son tiempos difíciles para nosotros: la trama se cuela- tenemos poros y la trama se cuela: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
En las revistas, en las películas y en los libros, en todo aquello que consumimos está la trama; y he notado que ahora casi todas las tramas se elaboran en forma de rankings- lo único que articula a los elementos es que unos son más "grandes" que otros en lo sucesivo: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
Hay una pareja discutiendo; el hombre se para y parece a punto de pegarle; la mujer mira la mesa y recuerda su mejilla; él levanta la vista y suspira: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
El hombre sus pira y un mozo, que es el rey de los que tienen brazos, intercede con su bandeja y la televisión hace sus colores mudos: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
Tal vez nunca te envíe esta carta, tal vez no sea necesaria la comunicación; tal vez sucede simplemente que me sirve tu existencia para escribir lo que merezco- escribir: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
Porque cuando me siento así, como en el bar de ahora estoy, cuando me siento y pienso sin escribir pienso en mis años, ya sabés, y pienso en la bizca- la que no se puede mirar a los ojos: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
Ellos son la trama, Federico, los que establecen las conexiones y las jerarquías- todo lo conectan y lo jerarquizan- y nosotros tenemos nuestras anotaciones, nuestra letra para escapar de la mano ensangrentada de la trama: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
Tu abuela dice que la trama es lo masculino de las cosas- quiere decir que es un ojo masculino el que encuentra la trama en las cosas- cree, en realidad, que lo contrario a la trama es ella: tu abuela es lo contrario a la trama.
El hombre se sienta y no sabe si besarla; ella no sabe si tampoco; el mozo especula; en los colores mudos del televisor, unos hombres matan a otros hombres que mueren: dos flores se marchitan en el estómago de un pingüino que ya no bebe.
La única trama es la trama de la guerra.
Te saluda,
Tu abuelo.
P.D: puede ser que nuestros cuentos, nuestras anotaciones, no sean lo contrario. La trama existe entre nosotros, y eso somos también. No está mal. Nuestras anotaciones no son- no deben ser- la conclusión perfecta de lo contrario; apenas el campo de batalla; el testimonio de nuestra resistencia: dos flores se marchitan en el estómago de pingüino que ya no bebe.

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