Monday, October 24, 2005

Voto Desnudo

Amilcar votó desnudo.
El domingo 23 de Ocutbre de 2005, a las 15:40, Amilcar entró a la escuela de la calle Armenia. Llevaba consigo los argumentos para votar en blanco, pero entraría al cuarto oscuro dispuesto a dejarse sorprender. Siempre tenía esa intención; todos los Domingo electorales de su vida había llegado a la puerta de la escuela de la calle Armenia con la misma predisposición, y casi los mismos argumentos para votar en blanco. De todos los horrores que conocía, le resultaba más llevadero el horror a la página en blanco. Y eso votaba.
Amilcar salió de su casa a las 15:35 del Domingo. Siempre había votado en esa escuela, desde el retorno de la democracia, y ahora descubría los hilos invisibles que conectaban sus últimas cinco mudanzas acercándolo al lugar en que debía votar.
Durante ese breve recorrido, cinco minutos, Amilcar sintió que la calle lo obligaba a pensar lo mismo de siempre: su fascinación ante ese día en que todos, todos, salen de sus casas a hacer lo mismo, la misma cosa.
Esto, tan natural y operativo en apariencia, se le aparecía a Amilcar con la textura de un misterio fascinante. Una escena colectiva un tanto insensata, avalada y sostenida por miles de ciudadanos que se desconocen.
Habría que hacer algo con esto, pensaba Amilcar. Algo. No se le escapaba que ese algo era en realidad lo que estaba convenido de antemano: el voto. Por eso estaba predispuesto a dejarse sorprender en el cuarto oscuro, y así llevar a cabo ese algo. Pero la realidad lo empujaba, siempre lo había empujado, a cerrar el sobre vacío y volver a casa pensando que ‘habría que hacer algo’, y que eso que le proponían no era algo para hacer.
Amilcar dejó su documento en la mesa y entró al cuarto oscuro a las 15:50. Miró las boletas a su alrededor, dispuesto a ser sorprendido y a actuar en consecuencia.
De pronto sintió algo de calor, o falta de aire. Pensó que tal vez le había bajado la presión, o quizá fuera el calor producto del potente tubo de luz blanca tan cercano a su cabeza. Comenzó a inquietarse. Dejó la campera sobre el respaldo de un asiento. Hacer eso dentro de un cuarto oscuro le produjo una sensación rara, que en principio interpretó como ‘liberadora’. Vio la puerta cerrada. Escuchó voces afuera, voces de personas que tenían prohibido entrar mientras él estuviera allí. Se sentó en el piso y se sacó los zapatos y las medias. Se puso de pie para sentir el contacto del suelo con sus plantas. El suelo, no había reparado antes en el suelo. Un suelo capaz de tener temperatura. Comenzó a caminar, tomando boletas, leyéndolas y dejándolas en su lugar. Se desabrochó el pantalón y lo ayudó a caer. Con los pantalones entre los tobillos se veía ridículo, así que se los quitó por completo, los dobló y los ubicó junto a los zapatos. Las voces de afuera eran las mismas que antes. En un instante creyó que golpeaban la puerta. Esperó unos segundos. Nada. Pasado el susto notó que se sentía mucho mejor. Se sacó la camiseta. Luego se sacó los calzoncillos y su pene flácido quedó colgando sobre la mesa, señalando una boleta. Cuando leyó el nombre de la candidata, en la boleta señalada, no pudo evitar una carcajada breve pero sonora.
De todos modos se sobrepuso a la tentación y cerró el sobre vacío. Se puso la camiseta, los calzoncillos y los pantalones, las medias, los zapatos y finalmente la campera. Salió del cuarto oscuro, introdujo el sobre en la urna y se fue.
Había votado desnudo.
A la noche se juntó a comer un asado con sus amigos. Escucharon los resultados de las elecciones en la radio mientras preparaban el fuego. Había ganado el Ingeniero.
Aprovechando el silencio de las dentaduras que tironeaban para desprender la carne del hueso, Amilcar confesó lo suyo: voté desnudo.
Todos rieron unas carcajadas de vino atragantadas en carne. Y nadie retomó el tema: habían reído de un chiste.
No durmió bien esa noche, Amilcar.
A la mañana siguiente, Amilcar llamó desde el trabajo a uno de sus amigos. Le explicó, y le costó convencerlo de la veracidad de sus palabras, que había votado desnudo, completamente desnudo.
El otro, cuando por fin se convenció, empezó a demostrar cierto interés; Amilcar, entusiasmado, buscó palabras para aquellas sensaciones del cuarto oscuro, que hasta el momento habían permanecido veladas. Explicó que había estado desnudo en un espacio público, público pero íntimo; y el Estado y la Justicia Electoral habían protegido, con armas de fuego, la privacidad de su acto.
Había votado desnudo.
Para entonces, su amigo estaba ya cautivado por la idea.
Si bien Amilcar no dijo una palabra más acerca del asunto, a las pocas semanas la idea del voto desnudo se había propagado por todo su ambiente social y los ambientes aledaños. Sin embrago, para su sorpresa, notó, un poco aliviado y un poco deshonrado, que un extraño pudor ocultaba el nombre del autor intelectual y material: Amilcar.
Dos años más tarde se eligió Presidente de la Nación. En los meses previos a los comicios, Amilcar recibió centenares de llamados telefónicos y mails, incluso de personas que desconocía por completo, que lo interrogaban acerca del Voto Desnudo.
Sin darse cuenta, y sin medir el fervor súbito de sus palabras, Amilcar se fue convirtiendo en un predicador secreto y personalizado del Voto Desnudo.
El domingo 16 de Octubre de 2007 Amilcar volvió a desnudarse en el cuarto oscuro de la escuela de la calle Armenia. Esta vez se trató de un acto más mecánico y para nada espontáneo, pero intenso al fin.
El asado, esa noche, comenzó con caras largas y promesas de exilio, como en épocas pasadas: había vuelto a ganar el Ingeniero, esta vez en la elección presidencial.
Entre los asistentes los votos se repartían parejos entre los principales candidatos- menos el Ingeniero, claro- y algún voto en blanco. Pero había unanimidad: todos habían votado desnudos.
Apagaron la radio y sus noticias amargas, y se dedicaron a intercambiar los relatos de sus experiencias nudistas en el cuarto oscuro.
En los días que siguieron, Amilcar fue encontrándose con algunos datos acerca de su ‘éxito’ espontáneo e innombrable. En la radio no lo habían dicho y los diarios no lo decían, no porque prefirieran ocultarlo sino sencillamente porque no lo sabían, pero cientos de personas comentaban que otros cientos de personas habían adherido también al Voto Desnudo.
Había comenzado a gestarse una especie de revolución invisible, silenciosa y absolutamente inoperante, pero revolución al fin.
Estas características ligadas al secreto, la complicidad, la militancia sin riesgo y los efectos imposibles de medir (por lo que no había posibilidad de fracasar) hicieron que la propuesta se expandiera y llegara a los puntos más remotos de la sociedad. El número de "partidarios", o "jugadores", se multiplicaba día a día. Claro que la tendencia se auto regulaba; esto es: cualquier intento de publicidad, o simple publicación, extinguiría el movimiento. Es decir que si el movimiento llegaba a tomar estado público, perdería la intimidad, que constituía su razón de ser y objetivo último.
Se acercaban las elecciones legislativas de 2009, y el país se encontraba, una vez más, a punto de explotar. Pero se decía, como siempre, que esta vez explotaría en serio. No faltaban argumentos que sostuvieran la predicción: la gestión del Ingeniero era nefasta, y había comenzado a generar perjuicios hasta para los de su clase, que lo habían apoyado desde un comienzo.
Se decía que los candidatos del Ingeniero Presidente eran ‘invotables’, lo que complicaría seriamente la gobernabilidad. Los partidos de izquierda habían sido proscriptos con el argumento de que estaban aliados a "organizaciones violentas que hacen peligrar la democracia"; y la única oposición estaba representada por el ala sobreviviente del justicialismo, bloque con el cual el Ingeniero había triunfado en las elecciones, aliados a ciertos sectores de las Fuerzas Armadas.
Mientras tanto, habían comenzado a aparecer algunos sondeos clandestinos- las encuestas clandestinas eran un bastión importante de la rebelión popular en ciernes- que indicaban que, si bien ningún candidato tenía una intención de voto superior al 15%, más del 40% de la población se desnudaría en el cuarto oscuro a la hora de emitir su voto.
En medio de las coberturas periodísticas de las revueltas sociales, un influyente comunicador oficialista dejó deslizar unas palabras ambiguas que fueron interpretadas, por muchos, como una velada alusión al Voto Desnudo.
La posibilidad de que el espacio público sea apropiado por individuos de intimidades desequilibradas.
El riesgo de la desestabilización del espacio público a través de la intimidad.

Un mes antes de las elecciones, el Ingeniero Presidente habló por Cadena Nacional.
"Dando muestras de un progresismo indiscutible, y una permeabilidad notable a los avances tecnológicos y sociales del mundo actual, la Argentina se convertirá, a partir de estas elecciones, en el primer país en instituir el voto electrónico, universal y obligatorio."
Ese Domingo no fue un Domingo, puesto que las vicisitudes del sistema electoral electrónico dilataron los comicios por una semana. En las calles, esa semana, cada cual hizo lo suyo.
El Martes 20 de Octubre de 2009, Amilcar se sentó frente al monitor de su PC, dispuesto a dejarse sorprender.
Se quitó la ropa. Con una mano aferró el mouse, mientras la otra sostenía un cigarrillo que había conseguido, días atrás, en el mercado negro.





<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Subscribe to Posts [Atom]