Friday, January 20, 2006
Los Pacoquis
Ajoblanco es un señor que viene a mi casa a arreglar.
El dice que está en la edad de la patada.
no sé si es un tic lo que tiene, o es que se rasca.
No usa los dedos para rascarse la cara, porque no tiene, y se rasca la cara con la misma.
Ajoblanco vino a arreglar.
Resulta que encontré unos pacoquis en la alacena baja-
parece que era eso, nomás:
los pacoquis obstruyen el fluir avinagrado de mi casa.
No eran más de diez, a lo mucho quince.
Pero estaban ahí, y si no viene ajoblanco todavía están.
Los pacoquis son.
No quiero describirlos.
Cada pacoqui es un poco más grande que un pulgar, y tiene aroma:
huele a cerveza artesanal.
Los pacoquis no pueden ser.
tienen consistencia, eso sí: la consistencia de las uñas.
Estaban en la alacena baja- vamos devuelta-
y eran un problema para mí, así que pensé la solución.
Problema * Risa * Solución- me dije.
Eran más de diez y más de quince: veintincuatro.
Así que eran muchos y los tuve que numerar.
Pacoqui uno, pacoqui dos, y así hasta veinticuatro.
Ajoblanco los eliminó, pero parece que dejaron huevitos y ahora crecen por todos lados.
Los pacoquis obstruyen el fluir enmantecado de mi casa.
Descubro pacoquis
Ajoblanco viene
los elimina.
en ese orden.
Hasta que un día en la cocina se salieron con la propia.
Yo tenía un cuchillo en la mano-
porque en mi cocina hay cuchillos y yo tengo una mano.
Ajoblanco estaba agachado, eliminaba pacoquis.
Me daba la espalda. Me la daba.
Yo tenía un cuchillo en la mano.
Quiero decir. Eso nunca significó nada para mí,
mientras duró el fluir enharinado de mi casa.
Pero esta vez: pacoqui 39 me dijo:
tenés un cuchillo en la mano- hay un hombre que te da la espalda.
Lo tuve que matar, lo tuve.
Ahora hay pacoquis por todos lados.
Un amigo me dijo que crecen en los intersticios.
Se me llenó la casa de pacoquis
que tienen la consistencia de una uña y la crocancia de lo que no se deja comer.
Durante la noche no molestan porque duermen:
para dormirse cuentan /entre todos/ un cuento perfecto.
Así se duermen y me duermen y me duermo entonces
Perfecto.
Pero al despertar, despiertan y se corrigen.
Se corrigen unos a otros.
El otro día pacoqui 49 le corrigió un brazo a pacoqui 92.
Yo lo ví con mis ojos: le corrigió el brazo pero por su bien.
Ese brazo ahí sobraba.
ESE brazo.
Era un exceso.
Recién después recapacité:
tal vez ajoblanco era víctima.
Tal vez le habían comido los dedos que le hacían falta.
Los pacoquis.
Los pacoquis no necesitan, porque no les hace falta.
Si a un pacoqui le corrijen un brazo, o una rodilla, ya no le hace falta.
Eso sí: la casa esta limpia, ahora- eso sí.
Algunas mañanas me levanto y pienso en lo bueno.
En la conviviencia.
En los pacoquis que limpian.
Limpian, pulen, liman asperezas.
(Pero a mi pereza no hay pacoqui que pueda limpiarla)
Pero cuando pienso digo: tal vez sea mejor: así.
Pero los pacoquis no pueden ser.
No pueden ser yo- no nos pdemos.
Porque en un momento me hace falta.
Y los pacoquis no pueden con.
El dice que está en la edad de la patada.
no sé si es un tic lo que tiene, o es que se rasca.
No usa los dedos para rascarse la cara, porque no tiene, y se rasca la cara con la misma.
Ajoblanco vino a arreglar.
Resulta que encontré unos pacoquis en la alacena baja-
parece que era eso, nomás:
los pacoquis obstruyen el fluir avinagrado de mi casa.
No eran más de diez, a lo mucho quince.
Pero estaban ahí, y si no viene ajoblanco todavía están.
Los pacoquis son.
No quiero describirlos.
Cada pacoqui es un poco más grande que un pulgar, y tiene aroma:
huele a cerveza artesanal.
Los pacoquis no pueden ser.
tienen consistencia, eso sí: la consistencia de las uñas.
Estaban en la alacena baja- vamos devuelta-
y eran un problema para mí, así que pensé la solución.
Problema * Risa * Solución- me dije.
Eran más de diez y más de quince: veintincuatro.
Así que eran muchos y los tuve que numerar.
Pacoqui uno, pacoqui dos, y así hasta veinticuatro.
Ajoblanco los eliminó, pero parece que dejaron huevitos y ahora crecen por todos lados.
Los pacoquis obstruyen el fluir enmantecado de mi casa.
Descubro pacoquis
Ajoblanco viene
los elimina.
en ese orden.
Hasta que un día en la cocina se salieron con la propia.
Yo tenía un cuchillo en la mano-
porque en mi cocina hay cuchillos y yo tengo una mano.
Ajoblanco estaba agachado, eliminaba pacoquis.
Me daba la espalda. Me la daba.
Yo tenía un cuchillo en la mano.
Quiero decir. Eso nunca significó nada para mí,
mientras duró el fluir enharinado de mi casa.
Pero esta vez: pacoqui 39 me dijo:
tenés un cuchillo en la mano- hay un hombre que te da la espalda.
Lo tuve que matar, lo tuve.
Ahora hay pacoquis por todos lados.
Un amigo me dijo que crecen en los intersticios.
Se me llenó la casa de pacoquis
que tienen la consistencia de una uña y la crocancia de lo que no se deja comer.
Durante la noche no molestan porque duermen:
para dormirse cuentan /entre todos/ un cuento perfecto.
Así se duermen y me duermen y me duermo entonces
Perfecto.
Pero al despertar, despiertan y se corrigen.
Se corrigen unos a otros.
El otro día pacoqui 49 le corrigió un brazo a pacoqui 92.
Yo lo ví con mis ojos: le corrigió el brazo pero por su bien.
Ese brazo ahí sobraba.
ESE brazo.
Era un exceso.
Recién después recapacité:
tal vez ajoblanco era víctima.
Tal vez le habían comido los dedos que le hacían falta.
Los pacoquis.
Los pacoquis no necesitan, porque no les hace falta.
Si a un pacoqui le corrijen un brazo, o una rodilla, ya no le hace falta.
Eso sí: la casa esta limpia, ahora- eso sí.
Algunas mañanas me levanto y pienso en lo bueno.
En la conviviencia.
En los pacoquis que limpian.
Limpian, pulen, liman asperezas.
(Pero a mi pereza no hay pacoqui que pueda limpiarla)
Pero cuando pienso digo: tal vez sea mejor: así.
Pero los pacoquis no pueden ser.
No pueden ser yo- no nos pdemos.
Porque en un momento me hace falta.
Y los pacoquis no pueden con.
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