Monday, September 05, 2005

Los vergonzosos

Abro la puerta de una de las numerosas habitaciones de mi casa. Allí están, ellos dos.
Sentados en el piso, junto a una mesa ratona, conversan sin dejar de mirarse a los ojos; sin dejar de mirarla a los ojos, él se inclina sobre la mesa ratona de una de las habitaciones de mi casa. Su mano encuentra una porción de pizza, o el resto de una porción. La corta al medio: se lleva la mitad a la boca, y deja la otra mitad en el plato. Cuando mastica, ella habla.
Así se conocieron ellos dos, comiendo una pizza que yo les preparé:
jamón y morrones.
El hace un chiste apenas termina de masticar, un chiste no tan malo como para que ella pueda no reír; ríen. Ella deja de reír y baja la cabeza, ruborizada. Ha dejado de mirarlo: toma la pizza del plato de la mesa ratona; corta una mitad, y corta también la otra pero la devuelve al plato.
Se conocieron hace un mes, comiendo una pizza que yo les preparé, en una de las numerosas habitaciones de mi casa.
Se me ha ocurrido, no se cómo decirles esto, que deberían colaborar con el pago del alquiler. No quiero que me consideren avaro.
Esta mañana entré a la habitación: temía que no estuvieran, pero allí están. Él mira un minúsculo pedazo de pizza entre sus dedos: lo corta al medio.
Así se conocieron hace un mes, comiendo una pizza que yo les preparé, sentados en el piso de una de las numerosas habitaciones de mi casa. Así se conocieron, y desde ese momento ninguno de los dos ha podido comer la última porción de pizza, la que suele nombrarse como la de la vergüenza.
Se aman.
Y su amor es infinito:
jamón y morrones.





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