Sunday, August 21, 2005

Realismo- Ropa Sucia

Cualquier tipo que enseña guión, escritura literaria o la forma narrativa que sea, dice que hay que tener cuidado, cuando se escribe realismo, con el modo en que se 'pasa la información', sobre los personajes o la trama. Hay que pasar la información de un modo lateral, dicen los que saben, gradualmente, con sutilezas. Por ejemplo, no se puede poner un tipo a decir 'soy muy orgulloso y vengativo. Han matado a mi mujer, y voy a buscar al culpable hasta encontrarlo y matarlo.Porque estoy loco de odio, y soy capaz de cualquier cosa'. Ese sería el ejemplo ridículo que podría dar alguien que enseña realismo. El saber en que se basa esta enseñanza, es: así son las cosas en la realidad. Sin embargo:
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Cada ocho días exactos llevo mi bolsa de ropa al laverap, al mediodía, y la paso a buscar sobre el final de la tarde. Como el ciclo es de ocho días, el nombre del día en que hago esta tarea va variando semana a semana. Lo que significa que, cada siete semanas, el día en que tengo que llevar la ropa al laverap se llama Domingo. Y tengo que esperar hasta el Lunes.
Es por esto que cada siete Domingos me disfrazo: no tengo la ropa rítmica y periódica a disposición, y me disfrazo. Cada siete Domingos es un día de fiesta, de celebración secreta- mi ritmo imperfecto venció la periodicidad de lo normal y me visto de otro. A veces me pongo un jogging y la camiseta de Newell’s. Otras veces prefiero la ropa que tengo reservada sólo para eventos excepcionales. Hace mucho ya que el único evento excepcional es ese Domingo cada siete.
El viernes llevé la ropa al laverap.
La señora que atiende el local divide su existencia en un claro adentro y afuera: adentro de su boca y afuera de su boca. No tiene dientes ni encías, sino un sólo territorio oscuro, húmedo, un misterio propicio para el trauma infantil o el deseo perverso: deseo de ver, y ver allí es entrar. Por fuera de la boca su existencia es de rebotes y amortiguaciones, circunferencias pálidas que se superponen pero jamás se amontonan, blanduras que se derraman con buena cadencia en ropas holgadas.
Es muy simpática la señora, cuando se está fuera de su boca.
Las personas que trabajan en este tipo de locales son portadoras de ciertos secretos que no compartiríamos con nadie. El modo en que nos ensuciamos nos define un poco más que la basura que arrojamos: seguimos necesitando esa ropa y esas sábanas. Al permanecer en una situación de necesidad, podemos ser extorsionados, y está claro que no hay mejor manera de definir a una persona que por los motivos que la podrían hacer víctima de una extorsión.
En el laverap, cada tanto me encuentro con un tipo que monta un curioso espectáculo. Lleva su bolsa de ropa sucia y, en lugar de dejarla y partir de inmediato, como hago yo, encuentra excusas para abrir la bolsa y empezar a sacar prendas y mostrarlas, haciendo comentarios sobre la suciedad y las maneras de resolverla. Todos se incomodan allí, menos él. Es un modo de exhibicionismo muy sutil, casi encantador. Y exhibiendo, quitando el carácter secreto de sus secreciones, elimina la extorsión.
El Viernes dejé la ropa sobre el mostrador. La señora abrió un poco su existencia oscura y me interrogó, proponiendo una duda.
¿Para cuando la querés?
¿Puede ser hoy a la tarde?
No. Para mañana.
Bueno, Mañana.
Porque hoy a la tarde cierro. Cierro ahora, al mediodía.
No hay problema, la busco mañana.
Tengo que cerrar, porque a la tarde tengo un velorio. El velorio de mi madre.
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Tal vez no haya un saber aprendible sobre el realismo. El realismo es un saber, y el que intenta hacerlo debe permanecer ignorante, y dejarse atravesar por su verdad.
Tal vez. Tal vez no.





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