Tuesday, August 23, 2005

El hombre del Piano- Piano man

Había cierta nota.
Cierta nota que Javier no había tocado ni una sola vez en todo el concierto, y ya iban casi dos horas. Cierta nota denodadamente enterrada, cuya ausencia pasaba por completo desapercibida hasta para el oído más preparado. Y, por supuesto, seguiría sin llamar la atención su falta, hasta el momento de su aparición. Dos horas de un sublime trabajo subliminal en las mentes de los oyentes, que acumulaban ya, en su memoria auditiva, dos horas de una sola ausencia.
A las dos horas, había calculado Javier, la pasividad se habría transformado en espera, y, por fin, en desesperado anhelo inconsciente.
Javier miró el reloj en su muñeca: dos horas exactas. Inventó un delicioso y profundo silencio lindante con el próximo sonido, el final, y el silencio se prolongó un poco más, estaba por darle a la gente lo que la gente no sabía que necesitaba, y el silencio se tragó otro segundo casi imperdonable para la audiencia que no sabía lo que venía, y entonces, en la cima de la desgarrada mudez artificial, Javier pulsó, con emoción y delicadeza, y hasta algún sentimiento de venganza, pulsó cierta nota.
Su oído tardó en comprender: lo que allí había salido era una nota completamente otra. No se podía pensar en un error de digitación, ni una distracción. Lo cierto es que el efecto en los oídos presentes fue tan matemáticamente el inverso al planeado que el intérprete llegó a sentirse íntimamente triunfante.
Pero sólo íntimamente, porque el resto de sus modos de sentir sólo sabían de cincuenta personas insultándolo como jamás nadie lo había hecho. Bajó la mirada, permaneció petrificado unos segundos y hasta, según dicen, se vio una lágrima rodar por su rostro.
No volvió a hablar.





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